Las políticas climáticas y de desarrollo sostenible, presentadas como soluciones para el futuro del planeta, pueden estar ocultando una agenda de control y conformidad social. A través de medidas como la transición a energías renovables y la promoción de autos eléctricos, se está impulsando un sistema donde las libertades individuales se ven restringidas por la centralización del poder y el monitoreo de los ciudadanos. Estas políticas, lejos de ser solo ecológicas, están diseñadas para homogenizar la sociedad, censurar voces disidentes y transformar la movilidad y el consumo energético en una herramienta de control, poniendo en riesgo la autonomía personal bajo la justificación de un “bien común”
El impulso hacia los autos eléctricos se presenta como una solución sustentable, pero detrás de esta transición surgen interrogantes sobre control energético, dependencia de redes y censura a las voces críticas. Mientras se omiten los impactos ambientales de la producción y disposición de baterías, también se ignoran los avances en eficiencia de los motores de combustión interna. Además, la digitalización de la movilidad plantea riesgos de vigilancia y restricciones en la libertad de movimiento. Más que una evolución tecnológica, esta transformación parece encaminada a centralizar el control de la energía y limitar la capacidad de decisión individual