El impulso hacia los autos eléctricos se presenta como una solución sustentable, pero detrás de esta transición surgen interrogantes sobre control energético, dependencia de redes y censura a las voces críticas. Mientras se omiten los impactos ambientales de la producción y disposición de baterías, también se ignoran los avances en eficiencia de los motores de combustión interna. Además, la digitalización de la movilidad plantea riesgos de vigilancia y restricciones en la libertad de movimiento. Más que una evolución tecnológica, esta transformación parece encaminada a centralizar el control de la energía y limitar la capacidad de decisión individual