Las políticas climáticas y de desarrollo sostenible, presentadas como soluciones para el futuro del planeta, pueden estar ocultando una agenda de control y conformidad social. A través de medidas como la transición a energías renovables y la promoción de autos eléctricos, se está impulsando un sistema donde las libertades individuales se ven restringidas por la centralización del poder y el monitoreo de los ciudadanos. Estas políticas, lejos de ser solo ecológicas, están diseñadas para homogenizar la sociedad, censurar voces disidentes y transformar la movilidad y el consumo energético en una herramienta de control, poniendo en riesgo la autonomía personal bajo la justificación de un “bien común”
La Agenda 2030, presentada como un plan para un futuro sostenible, podría estar allanando el camino hacia una sociedad homogénea y fácilmente manipulable. A través del control de la narrativa, la censura de voces críticas y la vigilancia digital, se están limitando las libertades individuales en nombre del bienestar colectivo. La digitalización y la centralización del poder favorecen un sistema donde la privacidad y la autonomía quedan subordinadas a intereses globalistas. ¿Estamos realmente construyendo un futuro mejor o encaminándonos hacia una prisión global disfrazada de progreso?