Los algoritmos, lejos de ser imparciales, reflejan los intereses de quienes los programan y los financian. Las grandes corporaciones tecnológicas, en colaboración con gobiernos, han convertido estas herramientas en mecanismos de control, restringiendo la libertad de expresión y moldeando la percepción pública. Bajo la excusa de combatir la desinformación, se censuran voces disidentes y se impone una única narrativa aceptable. Esta manipulación no solo limita el pensamiento crítico, sino que también genera una sociedad pasiva y conformista. Ante este panorama, es urgente exigir transparencia, descentralización y rendición de cuentas en el desarrollo y aplicación de estas tecnologías.
En un mundo cada vez más interconectado, nos encontramos constantemente compartiendo y generando datos sin ser plenamente conscientes de lo que esto implica. ¿Sabías que cada búsqueda que realizas, cada video que ves o cada lugar que visitas es utilizado para construir un perfil sobre ti? Google, uno de los gigantes más poderosos del internet, te permite acceder a los datos que ha recopilado sobre ti a través de su herramienta Google Takeout, pero ¿realmente tienes control sobre lo que sucede con esos datos?
Google recopila información detallada sobre tu actividad en línea, desde tu historial de búsqueda hasta tus movimientos geográficos, interacciones en YouTube y más. Pero más allá de este acceso, surgen interrogantes: ¿qué hacen realmente con esos datos? ¿Estamos entregando nuestra privacidad a cambio de servicios gratuitos y conveniencia? Empresas como Google tienen el poder de influir en nuestra experiencia digital, personalizando anuncios y recomendaciones, pero también controlando la información que vemos y, por ende, nuestras decisiones. Este control está cada vez más normalizado, pero ¿a qué costo?
La Agenda 2030, presentada como un plan para un futuro sostenible, podría estar allanando el camino hacia una sociedad homogénea y fácilmente manipulable. A través del control de la narrativa, la censura de voces críticas y la vigilancia digital, se están limitando las libertades individuales en nombre del bienestar colectivo. La digitalización y la centralización del poder favorecen un sistema donde la privacidad y la autonomía quedan subordinadas a intereses globalistas. ¿Estamos realmente construyendo un futuro mejor o encaminándonos hacia una prisión global disfrazada de progreso?
Un día me descubrí a mí mismo revisando el teléfono sin razón aparente. No había sonado, no había vibrado, pero ahí estaba yo, deslizando la pantalla como si algo urgente estuviera esperando. ¿Cuándo empezó esta dependencia? ¿Cuándo fue la última vez que pude concentrarme sin sentir la necesidad de ver si alguien me había escrito, si había una nueva noticia o un recordatorio intrascendente?